Vivir el despertar de la energia cristica interna, sin morir en el intento, ni tener certezas, ante el poderoso empuje enèrgetico de estos años 2020-21 no es algo etèreo, exige coherencia entre propòsito, sentir y hacer con actitud valiente y decidora

En un detalle centro mi reflexiòn hoy segun lo que aprendi en la Catequesis, sin el profundo sentido y simbolismo, que todas las escuelas religiosas callan de la mujer, inclusive las corrientes orientales, que no le dan ni una palomita a la presencia femenina, Buda se ilumino solo, bajo la matica, al menos la cristiandad tiene un asomo de humanidad chimba, pero reconoce: ¡Jesús ha resucitado! Es «el que vive» (Ap 1, 18), y nosotros podemos encontrarnos con él, como se encontraron con él las mujeres que, al alba del tercer día, el día siguiente al sábado, se habían dirigido al sepulcro; como se encontraron con él los discípulos, sorprendidos y desconcertados por lo que les habían referido las mujeres A QUIENES NO CREYERON Y LES DISCUTIERON. Maria Magdalena y sus amigas FUERON VALIENTES COMO TODA DISCIPULA, Y LA MAGDALENA COMO MUJER CLARA Y ENAMORADA MIENTRAS TODOS ESTABAN MUERTOS DE MIEDO EN EL CENACULO. La nobleza de Maria Magdalena y su fidelidad con el hombre Jesus y su mensaje, que defiende a rajatabla como debe ser cuando se es pareja de alguien y se ha tenido una relaciòn, es una piedra de tranca para todos los que buscan egos,certezas, poder, control y no aceptan al otro ni de vaina..."Ante las puertas del cielo primero YO que mi madre"

Juan 20:11-18

Jesús se aparece a María Magdalena

11 María se quedó afuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le preguntaron:

—Mujer, ¿por qué lloras?

Ella les dijo:

—Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. 15 Jesús le preguntó:

—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:

—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo.

16 Jesús entonces le dijo:

—¡María!

Ella se volvió y le dijo en hebreo:

—¡Rabuni! (que quiere decir: «Maestro»).

17 Jesús le dijo:

—No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes.

18 Entonces María Magdalena fue y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también les contó lo que él le había dicho.

Como se encontraron con él muchos otros testigos en los días que siguieron a su resurrección.

Y AQUI NO SE DA EL VALOR TOTAL A LAS MUJERES que encabezadas por Maria Magdalena quienes movidas por la fe fueron las primeras en ver el sepulcro vacío, mientras los Apostoles estaban muertos de miedo en el Cenàculo, y ya la Virgen habia cumplido su rol. Poco se detiene la Iglesia antes de hablar del valor y amor incondicional, valentia, importancia a ser fiel al AMOR POR EL HOMBRE AL QUE ESTUVO UNIDA EN VIDA Y LA SANO Y DIO SENTIDO A SU VIDA, que demostrò Maria Magdalena, tanto, que Él mismo, el Maestro y Señor, vivo y tangible, que se le aparece a ella.

En el cine muchos han representado ese momento por ejemplo Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quita da la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).

Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Alejándose de allí (el relato fílmico omite el encuentro de María con Pedro y Juan, y la carrera de estos hacia el sepulcro), la Magdalena pisa a un hombre que está vuelto de espaldas tanto hacia la cámara como hacia ella. “Pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’” (Jn 20, 15).

Sin volverse hacia ella, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante , es Jesús (Jeffrey Hunter) quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre. Ve a mis discípulos, y diles que asciendo a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn 20, 15-1). El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).

En 1973, y como consecuencia de dos filmes polémicos (Jesucristo Superstar y Godspell), se concibió la idea de producir un serial televisivo sobre la vida de Jesús. Un proyecto de clara inspiración cristiana, que llevaron adelante la RAI (católica) y la BBC (anglicana). La imagen que la serie nos da de Cristo es clara, brillante, muy pina.

En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar sobe todo los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (en esto sigue a Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.

En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.

Sigue una breve escena, en la que el tribuno sospecha que sus soldados se han dormido en la guardia. Y, a continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza en el colegio apostólico, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.

En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Y es que, por encima de la continuidad escriturística, lo que busca Zefirelli en este pasaje es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles, la tosquedad de los soldados, la incredulidad del tribuno…

A las puertas del tercer milenio, y tras algunas cintas polémicas (La última tentación de Cristo, Jesús de Montreal) que omiten deliberadamente la secuencia de la Resurrección, varias películas se proponen reflejar una nueva imagen de Cristo: más equilibrada e históricamente precisa.

Frente al Jesús exclusivamente de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, donde la Magdalena es latina, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy fijo en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.

El primer fruto de esta nueva tendencia vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), de cuatro horas de duración, dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición pina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.

En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien las distintas versiones de los evangelistas. Sobre todo, sigue muy de cerca el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra (Jn 20, 4-6).

Entonces surge el diálogo entre la razón y el amor, dos caminos para llegar a la Fe. Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Haresucitado”. Pedro sigue hablando el discurso de la razón: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).

Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús) y más expresiva que las reflejadas en filmes anteriores.

Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. No recoge con exactitud las palabras de S. Juan (“Ella se volvió”), pero sí la sugerencia de que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.

Después vendrá también la reticencia de Tomás y el testimonio de María Magdalena, justo antes de la aparición de Jesús (Jn 20, 24-29), pero esto queda ya fuera del vídeo que ahora presento. Lo que muestro es suficiente para ver cómo Roger Young ha sabido plasmar en imágenes todos los sucesos de aquella intensa mañana y todas las reacciones de los personajes principales. Todo en apenas 3 minutos y siguiendo enteramente el relato de S. Juan.

En la misma línea de mostrar a un Jesús humano, Redentor de los hombres y –a la vez- cariñoso y afable con todos, en el año 2000 se estrena en Estados Unidos una película de animación, dirigida por Stanislav Sokolov, titulada El hombre que hacía milagros. Muy fiel a los Evangelios, la historia está narrada desde el punto de vista de una adolescente: la hija de Jairo, a la que Cristo resucita en una escena conmovedora.

El filme presta una especial atención a la secuencia de la Resurrección y a los acontecimientos que siguieron. Mientras otras películas omiten esa parte (El Mesías) o la distorsionan por completo (Jesús de Montreal, Jesucristo Superstar), El hombre que hacía milagros le da una importancia capital en el conjunto del relato. Además, y en comparación con los demás filmes comentados en este serial sobre “La Resurrección en el cine”, aquí el desarrollo de esos acontecimientos abarca un metraje considerable y conjuga, en su narración, la fidelidad a las Escrituras con una integración creativa de las distintas escenas relatadas por S. Juan y S. Lucas.

En este filme vemos, de forma hilvanada, todos los sucesos de aquellas horas: María Magdalena encuentra la tumba vacía y se echa a llorar (Jn 20, 1). Entonces, una voz cálida a sus espaldas —que ella toma por la del hortelano— trata en vano de consolarla; hasta que le oye pronunciar su nombre, “¡María!”, y se vuelve conmovida porque ha comprendido que está ante Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Según le indica el Maestro, corre a contárselo a Pedro, y esto mueve al apóstol a acudir a la tumba (Jn 20, 2-7), aunque sin la compañía de Juan.

De regreso a Jerusalén, mientras medita en el sepulcro vacío, Pedro se encuentra con el Maestro (Lc 24, 34) y vuelve corriendo para contarlo a los demás apóstoles. Al llegar al cenáculo, vemos que acaban de llegar Cleofás y Jairo, y éstos relatan —se ve luego en dibujos animados— cómo Jesús se les ha aparecido en el camino a Emaús y les ha explicado las Escrituras, y cómo le han reconocido al partir el pan (Lc 24, 13-35). Tomás muestra entonces un escepticismo sarcástico frente a esos relatos, que juzga fantaseados… Y aquí corté la secuencia, para no hacerla demasiado larga. Lo que sigue es la repentina aparición de Jesús, que enseña sus manos a todos, yen especial a Tomás. El apóstol cambia su incredulidad por un sincero acto de fe (Jn 20, 36-41).

La concatenación de escenas -creando unidad en lo que eran cuadros sueltos- es lo que hace sublime, atractivo y dinámico el relato que este filme nos ofrece de toda la secuencia de la Resurrección.

El último filme que analizamos en este serie es La Pasión de Cristo (2004), dirigido por Mel Gibson. En un plano breve (un epílogo sumamente sugestivo a todo el gran relato de la pasión) nos ofrece una explicación teológica –basada por completo en un pasaje de S. Juan- de lo que sucedió en el instante de la Resurrección.

Según testimonios de la época, los judíos empleaban una gran sábana blanca para embalsamar a los difuntos. También era costumbre envolver el rostro con otro paño más pequeño (sudario, le llamaban) para sujetar la mandíbula y evitar que se abriera la boca del cadáver. Es lo que hicieron con Jesús: tenía la sábana “y el sudario que había sido puesto en su cabeza” (Jn 20, 7). Con esto tenemos dos piezas: la sábana y una venda separada de ella que se usaba como mortaja.

Cuando Juan entró en el sepulcro, “vio los lienzos plegados y el sudario, que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio” (Jn 20, 7). Es esa disposición de los lienzos (“todavía enrollados” pero sin el cuerpo en su interior), simplemente “plegados” (en el original griego: “caídos”, como si hubiera desaparecido el cuerpo de su interior) es lo que inmediatamente mueve a la conversión del apóstol: “Entonces entró también el otro discípulo…, y vio y creyó” (Jn 20, 8).

Todo esto es lo que trata de reflejar el último plano de la película de Mel Gibson. Un fantástico plano-secuencia sugiere el momento en que se desliza la piedra de la entrada. Todos los Evangelios señalan que la piedra fue removida, y Mateo describe incluso el momento en que “se produjo un gran terremoto, y un ángel del Señor… apartó la piedra” (Mt 28, 2). La toma va recorriendo las distintas cavidades de la roca, y de repente entran en plano los lienzos sagrados en el momento en que empiezan a caer sobre sí mismos.

Sigue el movimiento del plano, y los lienzos quedan “caídos”, atados y enrollados alrededor de la mortaja, como si en ese preciso momento hubiera desaparecido el cuerpo de Jesús. Justo entonces vemos la razón de ese vacío: la cámara enfoca un luminoso primer plano de Cristo resucitado, que a continuación se alza para mostrar su cuerpo glorioso, sin los estigmas de la flagelación y la coronación, pero sí con las señales de los clavos en sus manos. Es el momento en que acaba de resucitar y por eso los lienzos caen sobre sí mismos. Gibson muestra así a los espectadores, justo en el momento en que sucede, lo que una vez acontecido conmoverá profundamente a Juan.

La Iglesia Catòlica se va por la tangente y resalta a los apòstoles, desde Santo Tomàs hasta los que coloca de modo especial en la octava de Pascua, cuando la "liturgia nos invita a encontrarnos personalmente con el Resucitado y a reconocer su acción vivificadora en los acontecimientos de la historia y de nuestra vida diaria. Por ejemplo, hoy, miércoles, nos propone el episodio conmovedor de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Después de la crucifixión de Jesús, invadidos por la tristeza y la decepción, volvían a casa desconsolados. Durante el camino conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado en aquellos días en Jerusalén; entonces se les acercó Jesús, se puso a conversar con ellos y a enseñarles: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24, 25-26). Luego, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

La enseñanza de Jesús —la explicación de las profecías— fue para los discípulos de Emaús como una revelación inesperada, luminosa y consoladora. Jesús daba una nueva clave de lectura de la Biblia y ahora todo quedaba claro, precisamente orientado hacia este momento. Conquistados por las palabras del caminante desconocido, le pidieron que se quedara a cenar con ellos. Y él aceptó y se sentó a la mesa con ellos. El evangelista san Lucas refiere: «Sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando» (Lc 24, 30). Fue precisamente en ese momento cuando se abrieron los ojos de los dos discípulos y lo reconocieron, «pero él desapareció de su lado» (Lc 24, 31). Y ellos, llenos de asombro y alegría, comentaron: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

Maria Magdalena es para mi ejemplo de coherencia y centralidad lo que durante años, el doctor W.Dyer ha investigado: la intención como una fuerza en el universo que nos permite llevar a cabo el acto de crear; por eso, a través de ella, podemos lograr que nuestra existencia llegue a ser todo lo plena y feliz que deseamos. Es decir, la intención no como algo interno a nosotros que nos impulsa a hacer, sino como una energía de la que, sin saberlo, participamos.

Todos formamos parte del poder invisible de la intención; conociéndolo y usándolo de forma adecuada nos convertimos en dueños de las transformaciones que queramos imprimir a nuestras vidas. A través de su historia, que a nadie le conviene porque va unida al amor y la libertad, yenemos una historia biblica distinta y aleccionador ejemplo, si nos detuvieramos a verla màs allà de los lugares comunes y sandeces aprenderiamos los principios de la intención y cómo conectar esta fuerza universal con la fuente de creatividad que ya poseemos.. Tambièn a ser valientes, como expresiòn de amor porque ella, mientras todos tenian miedo, agarrò su aceite caro, guardado para ese momento como Jesus le dijo, y se arrancò a ungir su cuerpo muerto, sin seguridades, sin saber que habia ni que sucederia, se hizo acompañar de sus amigas y afrontò todo, sin repasar escrituras, profecias, ni preguntar a sus MAESTROS, amaba al hombre que mataron y eso bastaba, sin tanto performance ni protocolos...Y eso no le gusta a nadie, mucho menos pocos estàn dispuestos, porque ella ni se consideraba la triarrecha, la elegida, ni se victimizo, HIZO ACTUO SEGUN SU CORAZON y no para ganarse un puesto en el cielo, menos aun satisfacer al hombre porque ya estaba muerto, tampoco aceptò ver morir su mensaje, por eso fue a ver lo que era verdad o no y se le enfrento a Pedo y al gentio que estaba desconcertado o asustado o lo que fuera. ELLA NUNCA PERDIO SU CENTRO y era humana no nacida Inmaculada como la Virgen Maria o full del ego que le impedia AMAR AL OTRO màs allà de si misma, y vivir arrecha por ello, porque no estaba encimsa de Adàn en el acto sexual, tal como lo decidio contra la humanidad el YAVHE castigador y divisionista del Gènesis bìblico patriarcal y machista como todas las espiritualidades orientales a cuya imagen fue creada LILITH o la adormecida y boba venusina EVA...que deshoja la margarita "Me quiere no me quiere" o las que esperan una señal...

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