El daño antropológico a los venezolanos por Rafael Uzcátegui. Sociólogo | Postanarquista | Coordinador General de Provea | Editor y periodista independiente | Amante de la música y los fanzines | Antimilitarista | Cinéfilo

Los amigos jesuitas ligados al Centro Gumilla, en la búsqueda de una categoría que pueda sintetizar la situación actual de los venezolanos, han utilizado “daño antropológico” para describir la profundidad de su deterioro. La frase no es original, pues ha sido desarrollada en Cuba para precisar la profundidad de la intervención estatal en las relaciones sociales y la psiquis de sus habitantes.

El daño antropológico necesita borrar la memoria de lo que fuimos

Raúl Fornet-Betancourt afirma que hay un daño antropológico cuando además del deterioro en los órdenes social, político y cultural existe, fundamentalmente, un daño a la condición humana como tal. Una lectora de nombre Nora publicó, en la columna de opinión del periódico uruguayo El País, que “Se habla de daño antropológico cuando la persona deja de sentir aprecio por su propia vida, cuando pierde la conciencia de sí misma como obrera de su destino y se abandona a los dictámenes con que la someten fuerzas de dominación obligándola a hacer y pensar de una manera dirigida. Más aún, cuando se la obliga a dejar de pensar”. Por su parte, cavilando sobre su propia experiencia, Dagoberto Valdés Hernández lo ejemplifica como el cubano al que le han bloqueado una gran parcela de su libertad interior y que ve sistemáticamente suplantada su responsabilidad individual por el paternalismo de Estado, transformándose en un perpetuo adolescente cívico. “Sufre un bloqueo -asegura-, el peor de todos, que es el embargo de proyectos de vida independiente sin los que se desmigaja el alma humana y se fomenta un desaliento existencial”. Por su parte Francisco Javier Muller citando el libro de Luis Aguilar León, “Cuba y su futuro”, agrupa 6 tipos de daños antropológicos específicos: 1) El servilismo, 2) El miedo a la represión, 3) El miedo al cambio, 4) La falta de voluntad política y de responsabilidad cívica, 5) La desesperanza, el desarraigo y el exilio dentro del país (insilio) y 6) La crisis ética.

En su adaptación a nuestro contexto los pensadores del Gumilla han orbitado en torno a la implosión del proyecto de vida de la mayoría de los venezolanos, de cómo su manera de ser, estar y proyectarse en el territorio se ha trastocado irreversiblemente para mal.

Sobre este asunto la diferencia entre Chávez y Maduro es que el primero focalizó la extensión del daño a sus adversarios, instaurando la discriminación como política de Estado, mientras el segundo “socializó” el daño antropológico a toda la población, incluyendo a sus propios seguidores. Y esto lo descubren amargamente la quinta oleada migratoria compuesta por funcionarios y militantes del chavismo, o funcionarias como Alejandra Benitez tuiteando sobre la evaporación de sus sueños como consecuencia del aislamiento internacional de la dictadura. El resto del país, la mayoría, ha enterrado sus ensoñaciones en las profundidades del congelador.
No solamente los destinos individuales han sido trastocados, sino la propia imagen que los venezolanos tenían de sí mismos, su identidad, los referentes que le daban sentido como país. El chavismo demolió la historia, colocando en su lugar no el “hombre nuevo” sino una gran desolación. Conversando con Margarita López Maya concluíamos que una tarea urgente, de tantas pendientes, es la reconstrucción de la memoria -en mayúsculas y minúsculas- para intentar verter contenido en ese gran signo de interrogación de cuál será el imaginario de los venezolanos de la transición. A falta de una narrativa, poder comenzar el trabajo desde los márgenes, con tres imaginarios que, aun con todo lo que ha pasado, pudieran convocar a los nacidos en esta ribera del Arauca tricolor: La memoria deportiva, la memoria gastronómica y la memoria musical.

A diferencia de los topos del Arco Minero, apenas estamos excavando en la superficie de la extensión y profundidad de la ruptura de nuestro tejido asociativo. Pero la contemplación y el discernimiento deberán ir aparejados de la propuesta y la acción. A pesar del retroceso del pensamiento académico y el exilio de la mayoría de los intelectuales. Y con todo el debilitamiento de la sociedad civil y la casi desaparición de los hilos subterráneos de apoyo mutuo.

Sociólogo y editor independiente. Actualmente es Coordinador General de Provea
@fanzinero
www.rafaeluzcategui.wordpress.com

Daño antropológico

Rafael Uzcátegui, sociólogo y editor independiente, actualmente coordinador general de Provea, publica en la revista del Grupo Gumilla un consternador análisis sobre el daño antropológico que viene ocurriendo en Venezuela. La frase “daño antropológico” no es original, apunta, “pues ha sido desarrollada en Cuba para precisar la profundidad de la intervención estatal en las relaciones sociales y la psiquis de sus habitantes”.

En su libro Cuba y su futuro, citado por Uzcátegui, Luis Aguilar León agrupa seis tipos de daños antropológicos específicos: el servilismo; el miedo a la represión; el miedo al cambio; la falta de voluntad política y de responsabilidad cívica; la desesperanza, el desarraigo y el exilio dentro del país (insilio), y la crisis ética. Escrito sobre Cuba, es también ya una realidad en Venezuela.

De hecho, los pensadores del Gumilla hablan de la “implosión del proyecto de vida de la mayoría de los venezolanos, de cómo su manera de ser, estar y proyectarse en el territorio se ha trastocado irreversiblemente para mal”. Y añaden: “No solamente los destinos individuales han sido trastocados, sino la propia imagen que los venezolanos tenían de sí mismos, su identidad, los referentes que le daban sentido como país. El chavismo demolió la historia, colocando en su lugar no el ´hombre nuevo´ sino una gran desolación”. En ese proceso, según los investigadores, “Chávez focalizó la extensión del daño a sus adversarios, instaurando la discriminación como política de Estado, mientras Maduro lo “socializó” a toda la población, incluyendo a sus propios seguidores. Habrá quien piense que se trata de una exageración de especialistas, pero sobre todo habrá, y será una mayoría, quienes vean reflejadas allí sus propias observaciones y preocupaciones.

Frente a esta realidad se impone la decisión de no permitir que el silencio, condición para que la parálisis, la aceptación y finalmente la sumisión se impongan. Hacerla visible es, sin duda, la mejor manera de impedir la profundización de un daño que se manifiesta a diario. Una de las maneras más serias de hacerlo es motivar la discusión sobre sus manifestaciones y sus causas y sobre el enorme peligro de su acentuación. El mayor aporte actual a Venezuela es el rechazo a la sumisión, no quitar el foco del drama, de manera que más personas sean conscientes de su gravedad.

Alguien tiene que repetir que el cuadro desolador que en materia de dignidad y libertad ha ocurrido en Cuba puede ocurrir en Venezuela. La verdad es que está ocurriendo en términos cada vez más dramáticos. La reciente decisión del gobierno de Maduro de incorporar al embajador cubano en Venezuela en el Consejo de Ministros no solo confirma una dependencia ya incalificable, sino, también, ejemplifica el carácter y el alcance del dominio de la isla sobre Venezuela.

La acción de los amigos de Venezuela en el exterior tiene con este documento no solo un cuadro lacerante de la realidad venezolana, sino también un foco para su interés y su activa atención. Se dice que el interés de los amigos se concentra en el suyo propio, particularmente en frenar una contaminación política que afecte su seguridad y sus planes de crecimiento. Son muchos, sin embargo, los genuinamente preocupados por el venezolano y por un estado de cosas que se sostiene en la corrupción, la sumisión, la falta de derechos y de libertades. Lo saben las naciones de este continente, sometidas por largos períodos a condiciones dictatoriales, espacio para la injusticia, la desigualdad y el atropello. Y lo saben muy bien los países del viejo continente que han vivido los históricos casos de persecución por motivos raciales, extremismos religiosos o culturales. Esos países comprenden mejor la dimensión del daño y, en nombre de la humanidad, están dispuestos a hacer más de lo que han hecho por frenar su avance en Venezuela.

Hay que repetirlo en todas las formas: el daño antropológico, aunque no figure en el discurso político, es el daño más grave, de consecuencias más prolongadas, con efecto destructor sobre el propio ser nacional.

nesoor10@gmail.com

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