Hablar de Venezuela es referirse a sus bellezas naturales y la relación de los pueblos indígenas con ellas.

El Mito de Amalivaca es un mural que relata la leyenda del personaje «Amalivaca», quien según relata la historia, salvó a la raza humana de su extinción y se convirtió en el padre de las etnias tamanacos y moriches.

Esta obra, ubicada en el Centro Simón Bolívar (CSB) en El Silencio, es una pieza de arte en la que César Rengifo (CaracasVenezuela14 de mayo de 1915 – CaracasVenezuela2 de noviembre de 1980) invirtió horas de trabajo inspirado por un deseo: homenajear a los pueblos originarios.

El paleógrafo Luis Certain explicó que el autor hizo una profunda investigación sobre el mito de Amalivaca con el objetivo de reivindicar el valor y la importancia histórica de esta leyenda que pertenece a la cultura tamanaco.

Desde finales de la década de los años treinta (1939) se planificaba un moderno proyecto monumental para Caracas que sería bautizado con el nombre de Avenida Bolívar.

El “Plan Rotival” (nombrado así, gracias a Mauricio Rotival, miembro principal del consorcio internacional de consultores encargados de la obra) planeaba una enorme operación urbanística que  culminaría con la remoción de enormes extensiones en la zona céntrica de la ciudad y con la construcción de dos grandes torres gemelas. Se trataba de un proyecto ambicioso que daría origen a los primeros rascacielos de la ciudad. El mural «Amalivaca»  forma parte de este notable legado arquitectónico de la urbanidad caraqueña.

Ubicado en el área cubierta -contigua al espacio aéreo que desemboca en la plaza Diego Ibarra- del Centro Simón Bolívar, se despliega como un telón de fondo, acompañado por una serie de locales comerciales destinados a brindar una rica oferta de bienes de consumo, en medio de ambientes y pasillos de circulación pública. Con ello el mural, aún sin ser un propósito consciente de su autor, también contribuye a conformar un símbolo de renovación ante la nueva identidad que se abría paso en el país con la llegada de la Modernidad.

“El Mito de Amalivaca”, denominación con la cual se identifica a la célebre pieza creada por César Rengifo, es una versión de imágenes acentuadamente narrativas sobre los aborígenes Tamanaco, (pueblo indígena de la zona norte del estado Bolívar, prácticamente desaparecido hacia finales del siglo XVIII) y describe la creación de la raza autóctona, a la vez que se hace parte de los mitos de creación de la humanidad.

Sin duda, se trata de una temática que contrasta con los propósitos y conceptos de reorientación de la ciudad, que, por un lado aspiraba a dejar tras de sí, todo vestigio de memoria aldeana que nos colocara en posición de minusvalía frente a los aires cosmopolitas que comenzaban a respirarse, y por otro, ensayaba una reconfiguración de sus tradiciones a través de una emblemática de estética nacionalista que conquistaba cada vez, mayores espacios públicos.

En este complejo cuadro, y a sabiendas del cometido desarrollista que se planteaba el entonces gobierno militar, liderado por el general Marcos Pérez Jiménez, el artista se plantea algunos dilemas en cuanto a su participación en la monumental obra.

Sin embargo, en aquella oportunidad fue disuadido por el maestro Salvador de la Plaza, intelectual y amigo de Rengifo quien le comentó que “los gobiernos pasan y las obras quedan para la educación del pueblo”, según recuerda Félix Hernández, investigador y curador de la muestra sobre Rengifo  expuesta en la Galería de Arte Nacional en Caracas (Nov 2015-Feb 2016). Rengifo decide entonces realizar la pieza que le había sido encomendada por el ingeniero Leopoldo Martínez Olavarría, miembro del equipo de Cipriano Domínguez, arquitecto comisionado del diseño y la edificación del propio Centro Simón Bolívar.

Con el tiempo se verá que “Amalivaca” no fue la única creación que Rengifo desarrolla con el concurso del estamento militar ya que en el año 1973 diseña un segundo mural en el  Paseo de Los Próceres, por encargo del Ministerio de la Defensa Nacional.

Descripción

La intervención del muro se inicia en el año 1954 y concluye a mediados de 1955. Veintiocho metros de largo por 2.8 metros de altura, en una curva situada en medio de una sala flanqueada por robustas columnatas a lo largo de la pared, eran las condiciones del  soporte que intervendría el artista.

Rengifo se preparó e hizo acopio de elementos documentales que lo llevarían a la memorable representación: primero la historia de dos hermanos (Amalivaca y Vochi) que encauzaron a su pueblo a través del caos de las aguas desbordadas, hacia el río Orinoco. Después, en esa zona, los Tamanaco, nacidos del brote de semillas de palma de moriche, refundan el territorio, luego de las enseñanzas de sus hermanos en las artes de la caza, la pesca, recolección de frutos, siembra o alfarería.

César Rengifo procede a aplicar algunas de las técnicas de gran formato que había visto en su tránsito por la tradición muralista mexicana. Sin embargo, a diferencia de las  muy conocidas representaciones, decide componer el relato en  mosaico vidriado de fabricación italiana y con algunos fragmentos producidos en el país. Desarrolla bocetos, y define cada una de las partes de la pieza como si se tratara de una sola; es decir, sin que se perciban cortes aparentes. Luego, con un grupo de obreros encargados de apoyar en las labores del mural, procede a punta de “frotage” a transferir el dibujo completo sobre el muro al que adosará cada pequeña pieza como si se tratara de una gran pintura fragmentaria.

Los efectos son prácticamente los mismos de la pintura: masas de color, valores cromáticos para crear luces y sombras tanto en los personajes  como en los elementos del paisaje de coloración acentuada, con la particularidad de unos cuantos retazos color oro, que generarán los destellos relucientes del mineral. En general, se dibuja una extensa secuencia narrativa donde encontramos un primer plano de Amalivaca en medio del remolino de las aguas. Las imágenes siguen entre representaciones de pájaros, peces, las semillas de palma de moriche de donde brotan los hijos del pueblo Tamanaco, y así, se van tejiendo diversas formas alusivas a la historia de la caza, los frutos y la tierra prodigiosa, en un tratamiento narrativo que enfatiza el carácter arcádico de la obra, hasta que aparece la imagen del casco del conquistador, como el punto de quiebre y final del relato.

La actividad comercial, tanto en la plaza, como en las áreas y pasillos  donde se ubica el mural, dio un vuelco, haciendo de los espacios diseñados de las Torres, un epicentro para la buhonería descontrolada. El desenfreno provocado por la multitud de vendedores ambulantes y tenderetes improvisados fue creando las condiciones de una localidad caótica y dispersa, con el consecuente deterioro de sus instalaciones. Se llegó al clímax de esa descomposición a finales de los años noventa aproximadamente.

En ese período se ubicaron sobre el muro “rengifiano” ingentes de minoristas y personas lo que ocasionó el desprendimiento de una buena cantidad de mosaicos.

La ubicación del mural y fallas en el diseño original del área propician la filtración de hollín y otros componentes perjudiciales a través de los ductos, que generan la acumulación de mugre y afectan el mantenimiento de la obra. El mural está en el nicho de una placa flotante, por debajo de la estructura subterránea que funciona como aparcamiento de automóviles y eje vial entre la avenida Bolívar hasta las Torres del CSB.

En el año 2006 la Fundación para la Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de Caracas (Fundapatrimonio) desarrolló un programa de limpieza y reacondicionamiento de obras de valor patrimonial, que incluyó al mural “El Mito de Amalivaca”. Esto permitió que la obra recobrara en gran medida su estado de obra emblemática.

Situación actual

Ver información sobre recuperación realizada por Fundapatrimonio en 2006: Renace «El Mito de Amalivaca»

Valoración

Durante la década de los años 50 se inició un proceso de “refundación” simbólica que combinó la modernidad con nuestra historia y tradiciones, con énfasis en la memoria de origen indigenista,   en la que participaron los más destacados artistas nacionales.

En ese proyecto se inscribe el mural “El Mito de Amalivaca”, el cual se edificó en el corazón del referente arquitectónico más emblemático de esta nueva concepción de ciudad, y de país: las torres gemelas del Centro Simón Bolívar.

La obra creada por César Rengifo remite a nuestros propios mitos de origen y al  destino de unos antecesores territoriales, vistos como personajes de un pasado lejano.

La propuesta que esbozó Rengifo con el mural  complementó también una estrategia latinoamericanista de identidad nacional que se levantó  en respuesta a la era de la Modernidad. En efecto,  la pieza del artista se configuró como un aliento justiciero, a la idea de la nueva raza de América Latina.

El valor patrimonial del “Amalivaca” que César Rengifo concibió para ese espacio de líneas rectas y de depuraciones estilísticas que representa el Centro Simón Bolívar, no sólo radica en la importancia que tiene la propia historia que narra (el mito de origen, la documentación, los antecedentes históricos, etc.) sino el hecho de que la obra se encuentra en el centro de una experiencia entre el arcaísmo y la modernidad, además de alimentar otro de nuestros grandes mitos,  la fábula inaugural de la “súper metrópoli caraqueña” . “Amalivaca” se considera como una pieza de referencia en la integración de las artes visuales a la arquitectura en el país.

Fuentes consultadas

  1. RÍOS, Zoila Paternina. César Rengifo y el teatro venezolano», en Latin American Theatre Review. Vol. 32, No. 2: Spring 1999. Disponible en https://journals.ku.edu/index.php/latr/article/view/1257/1232. Consultado en enero de 2016.

  2. GONZÁLEZ CASAS, Lorenzo; MARÍN, Orlando. “Tiempos superpuestos: arquitectura moderna e indigenismo en obras emblemáticas de la Caracas de 1950″ en Revista Apuntes, Vol. 21, No. 2, 2008.

  3. GRILET, Roldán Esteva. La decoración mural en Venezuela: apuntes para una historia.  Caracas, UCV, 2000.

  4. Diccionario de historia de Venezuela. Fundación Polar, 1997.

  5. SALVADOR, José María. César Rengifo. El drama humano. Catálogo de exposición. Sala Sidor, 1994.

  6. Amalivaca. Mito Caribe de la creación. Caracas, Centro Simón Bolívar, 1981.

  7. Entrevista a Félix Hernández, curador Galería de Arte Nacional.


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